Son las dos de la mañana, yace a mi lado un cuerpo exhausto y agitado. La cama destendida y caliente por el roce de nuestros cuerpos. Ahora esta tranquila, ya ceso su furia y su deseo de conquista, su respiración aún agitada es la huella de su victoria, su pelo alborotado es la huella de su batallar, su cuerpo desnudo es la muestra de su entrega total. La bestia duerme y la dama florece. Fueron 30 minutos de la batalla mas ardua que haya existido, los gritos y gemidos alcanzaron un nivel de deciveles que mis oídos nunca percataron, la bestia salio de su escondite sensual y se lanzó contra mi, hizo de mi su esclavo sexual, la bestia reinó sobre mi propio reino, su furia se percibía en el olor que emanaba de su cuerpo sudoroso a la luz de la luna llena, sus manos convertidas en garra, desgarraban mi espalda, pecho y glúteos, sus labios colapsaron con los míos y de vez en cuando se interponía un grito que salía de sus entrañas a la causa de la penetración de mi espada, sus labios volvían a colapsar con los mis labios, cuello y cara en un intento de no dejarme ver su cuerpo excitado que danzaba triunfante una melodía de J. Sabina encima del mio. Su respirar abrupto e incesante hacían que mi adrenalina creciera y que no diera esta batalla por perdida, luche cuanto mi cuerpo soporto, el flagelo de su cabalgar, mis manos no podían controlar a semejante bestia, el reloj no me ayudaba y el tiempo se detuvo en un instante de clímax, su velocidad de ataque fue disminuyendo, la victoria ya tenia dueño, la bestia ceso su cabalgar, las garras se convirtieron en manos e inicio su transformación a mujer, dando inicio a las caricias espontáneas, los gritos y gemidos cambiaron y se convirtieron en palabras dulces, baja de su caballo y se recuesta a mi lado, el cuerpo de mujer yace exhausto y agitado pero con un ingrediente importante “victoria”. Ahora la bestia duerme y la mujer florece.
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