4/25/2008

Los Mundialistas



Los amigos de mi niñez fueron pocos, escandalosos pero pocos. En cuanto a mis amigos del colegio nunca fuí muy apegado a ellos en primaria, en cambio, en secundaria vasto desenvolver mi inquieta e inquietante actitud para encajar en los cánones (parámetros) de mi eterno grupo amical.
Pero en ese entonces, primarioso aún, me fascinaba andar en la cuadra de mi casa, donde de un momento a otro la calle entera podía convertirse en el mejor escondite del inmortal juego de las escondidas o hasta un estadio lleno de espectadores eufóricos viendo el encuentro final de fútbol entre dos países muy futboleros al cual admirábamos en ese entonces -Italia ’90-. Por supuesto uno de ellos era Brasil.
Nos juntábamos todos los chiquillos a jugar tan definitorio encuentro, donde los arcos eran desde la reja del edificio de mi casa hasta la reja del edificio de enfrente donde vivía Koky, colorado bajo el arco y bajo el sol, los metros que separaban nuestros arcos no eran de gras si no la ferviente acera y la incandescente brea del asfalto.
Tanto era el escándalo del mundialito que se realizaba todas las tardes a punto de las 4pm, hora oficial para todas las pichanguitas -claro después de la necesaria siesta- que al sobrepasar los 10 goles en ambos arcos (rejas), salían las simpáticas pero muy enojonas, viejas vinagreras, a gritarnos con frases que nosotros no podíamos repetir porque nos decían en la Iglesia que eso era pecado, pero con insultos de por medio nos pedían que por favor dejáramos “en paz las benditas rejas”, justo momento en el cual nos disponíamos a correo en manadas a cada extremo de la calle para no oír vociferar ni blasfemar a tan simpáticas viejitas. Pero cuando “no contaban con nuestra astucia” esperábamos cinco minutos para que se tranquilice nuestra estresante canchita y volvíamos con más ganas a tomar nuestras posiciones dentro de ese magno estadio, para luego anotar 10 goles más, oir a las incansables viejitas gritando, todos corriendo a cubrirse y la misma figura se repetía “N” veces hasta que el sol se ponía detrás del mar o hasta que la pelota se quedase clavada en las benditas púas de nuestros arcos que cuando no los usábamos los grandes los convertían en rejas de las cocheras para guardar sus fantásticos carros inexistentes o hasta que las simpáticas viejitas se acercaban a nuestras casa a dar a las quejas a nuestras extraordinarias mamás…
Pedro Enrique…Pasa!.

P.D: Hasta hoy debo 4 pelotas a 3 amigos ya mudados y que hoy en día desconozco su paradero, si los ven en algún lugar, díganles que yo también me mude, ja!

Vocabulario:
Chiquillos: Idioma Señorial. Dícese de los pequeños individuos que le hacían imposible la vida a sus papás y por eso los dejaban salir a la calle para desesperar a las viejas vinagreras.
Viejas vinagreras: Idioma juvenil. Dícese de las señoras de edad que reclaman por todo, al parecer y según decían algunos, señoras que sus maridos ya no le respondían…
Canchita: Idioma juvenil. Dícese del lugar donde los niños o jóvenes juegan algún deporte.
Pichanguita: Idioma Juvenil. Dícese el encuentro de fútbol donde se enfrentaban dos equipos. Sinónimos: partidito, fulbito, etc.


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